‘Si tuviera piel morena’


Pueblo aherrojado por la añoranza de un pasado ya impalpable, desvanecido casi en la leyenda, donde actos y consecuencias de lo que alguna vez fue la vida, hoy se confunden con la ignominia de la sumisión y el desconocimiento, en un tono que deambula entre la condescendencia por su misma raza y la victimización a conveniencia.

Un pasado forjado por el fuego, el hueso, la sangre y el oro. Sobre todo el oro, pues es a lo que tan fervientemente se aferran todos; a ese brillo inocuo de aquel pueblo puro, incorruptible, ingenuo y lleno de cualidades fantásticas que les elevan por encima de lo humano, y , que al desmoronarse sólo queda la sangre sucia, y el oprobio de una cultura tuerta.

Entonces, a rienda suelta se pisa el resto de su herencia; entonces se ama y se odia su ahora naturaleza. Mejor, se desea lo improbable: ser todo menos ser sí mismos. Se desea otro origen, otra piel, otros ojos, otra lengua. Dividiéndonos a todos entre víctimas que arrastran las tragedias del pasado y en perpetradores históricos, por mera congetura, por el color de la carne.

Mi carne, misma que la de todos, es diferente, pues según otros ojos no coincide con el arquetipo y por tanto, tan fácil se me sustrae de toda nación. De cualquier sentido de pertenencia.

Alóctona para siempre, pues soy el recuerdo de la decadencia.

Apátrida por la gente quien supone lo que soy y cuanto tengo. Aunque yo no tenga nada. Aunque tantas veces no me sienta nadie.

Pues, ¿Quién puede ser alguien en un pueblo con la identidad rota? Y como siquiera moldear aquella identidad cuando mejor se moldea la masa anónima, disforme y ciega.

-K.

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